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martes, 13 de diciembre de 2011

El Ajedrez previene el Alzheimer

El ajedrez nos ayuda a mejorar nuestras vidas


ES UNA HERRAMIENTA AVANZADA DE CONOCIMIENTO Y DE GESTIÓN DE CONFLICTOS

Decía Einstein que la mente es como un paracaídas. Si no se abre, no sirve para nada. En 1913, Sigmund Freud fue el primer psicoanalista en mencionar y afirmar que para dominar el juego del ajedrez eran requeridos pasos similares a las técnicas psicoanalíticas.

Desde su presumible aparición durante el período Tchang en la antigua China, hace ya 32 siglos (otros historiadores hacen alusiones a referencias datadas en la época Aria –Indostánica- hace 35 siglos), pasando por las elaboradas composiciones árabes llamadas Mansubas (pequeños estudios de mate en dos o tres jugadas con algún tema táctico incorporado), su introducción en Europa por el rey español Alfonso X El Sabio consagra este bello arte hasta lograr su actual  consolidación como herramienta avanzada de conocimiento.

Es triste y lamentable que este juego no forme parte de la formación. (Corbis)

El ajedrez desarrolla una memoria visual excepcional, poder combinatorio, velocidad de cálculo, concentración, pensamiento lógico y transversal, además de estructurar las mentes de manera armónica. En los niños, en particular, encauza la hostilidad de manera constructiva y creativa y ayuda a establecer amistades entre sus pares con facilidad.

Jugar al ajedrez previene, a través de su intensa práctica intelectual, el mal de Alzheimer y mejora las estructuras de pensamiento a través de propuestas asertivas.

Es una formidable terapia ante problemas sociales complejos, incrementa la autoestima del jugador y coopera en la resolución de problemas algorítmicos y heurísticos. En el primer caso, a través de la búsqueda de un método gradual que produzca soluciones correctas e irrefutables; en el segundo, ayudando a la simplificación de la resolución de los problemas.

¿Cómo nos puede ayudar a transformar el ajedrez nuestras vidas para que éstas sean mejores? ¿Qué está presente en la sociedad y en el individuo desde que nacemos hasta nuestra partida?

El conflicto es una realidad vital y constante en las relaciones humanas. El ajedrez promueve a través de sus innumerables técnicas soluciones avanzadas para abordar con éxito la gestión de problemas de cualquier índole, ya sean éstos de carácter personal, de pareja, mercantiles, profesionales o aplicables a otros escenarios donde se produzcan tensiones o incertidumbres.

Propone valores como la integración y la tolerancia, además de soluciones de consenso donde prevalezca la negociación y el entendimiento como contrapunto al maniqueísmo, la beligerancia y la violencia.

Es evidente que el éxito en la vida requiere, además de otras cosas, el aprendizaje para encarar los conflictos, desde los cotidianos a los extraordinarios o existenciales. Es triste y lamentable que la enseñanza para afrontarlo no sea parte de la formación que los seres humanos nos damos unos a otros, cuando buena parte de los logros históricos y sociales se han conseguido sobre la base de buscar y hallar soluciones y salidas a los conflictos que no pasen por el recurso a la violencia.

El ajedrez es un juego que en su vertiente científica constituye una oportunidad única de simular el conflicto. Este “simulador de conflictos” que es el ajedrez, es un mecanismo de ida y vuelta. Si nuestra impronta personal queda fijada en la forma en que jugamos, podemos invertir el proceso y abordar nuestras zonas oscuras y nuestras limitaciones a la hora de enfrentarnos al conflicto, aprendiendo nuevos mecanismos de convivencia y soluciones no violentas, y convirtiéndolas en armoniosas, incluso dentro de situaciones adversas.

Con el ajedrez podemos emprender un proceso de reeducación y de regeneración

Podemos apreciar que el conflicto forma parte de la vida sin que su resolución exija la anulación del contrario, la propia, la de terceros, o el recurso a la agresión. Podemos, en un entorno sin riesgos, observar nuestra forma de encarar los conflictos, comprendiendo el porqué de muchas de nuestras reacciones automáticas, de cómo se activan nuestros miedos y de cómo nuestras emociones primarias y heridas no resueltas contaminan nuestra voluntad, haciéndonos ejecutar acciones o permanecer pasivos en perjuicio propio o de terceros. Y apreciado ello, podemos cambiar. Podemos emprender un proceso de reeducación y de regeneración, activando incluso nuevos circuitos neuronales y, por extensión, creando nuevas herramientas para gestionar las situaciones de conflicto. Y para hacer esto ni siquiera es necesario saber leer o escribir. Sólo tener una clara voluntad de querer transformarse y evolucionar.

El ajedrez nos puede proporcionar una nueva luz para reestructurar nuestras vidas, reacciones, visión personal sobre el mundo y la humanidad y para afrontar con mayores perspectivas de éxito personal y colectivo aquellas situaciones vitales más duras y dolorosas,  además de encarar los retos de la vida, por difíciles que sean. Para transformar el mundo, debemos primero transformarnos a nosotros mismos.

El ajedrez ayuda a las personas a ser sus propios médicos del alma, mediante su práctica y aprendizaje, a través de este juego que es un maravilloso simulador vital y que promueve la clarividencia más allá de las visiones en blanco y negro.

Los sucesos y acontecimientos se desarrollan en torno a nosotros de forma que nos conectan con relaciones de causa-efecto que son ajenas a nuestro control. Es por ello que el ajedrez educa para solventar con elegancia y corrección, y con una alta observación y precisión quirúrgica, aquellas situaciones que se nos presentan resolviéndolas con técnicas extrapolables a la vida cotidiana.

*Álvaro Van der Brule es poeta, profesor de ajedrez y fundador, junto a Pablo Martín Laborda y Santiago Mediano, de Ajedrez sin Fronteras.